El mirobrigense que luchó contra ETA en la élite de la Guardia Civil | La Gaceta de Salamanca

En la guerra librada por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado para acabar con la banda terrorista ETA en los años 80 y 90 la realidad supera a cualquier ficción. Así lo pone de manifiesto el mirobrigense Juan José Mateos, quien fuera miembro del GAR (Grupo Antiterrorista Rural de la Guardia Civil) entre 1999 y 2005, en su último libro “Pikoletos. La derrota de la ETA y la élite de la Guardia Civil” (Arzalia Ediciones). Una crónica de hechos históricos, documentados con testimonios personales y de cinco veteranos del GAR en los años de “plomo” de ETA.

Relatos muy “duros, traumáticos y crueles”, de enfrentamientos cara a cara con los terroristas, como el de la detención en Hernani del comando Donosti y el ‘Carnicero de Mondragón’ en 1984. Con siete disparos fue recibido el guardia Antonio Aguayo al cruzar el pasillo de la vivienda donde se alojaban los tres terroristas. Aunque el chaleco le paró cuatro disparos, no impidió la hemorragia y lesiones graves en el vientre, el codo, la ingle y el ojo. El tiroteo entre etarras y el GAR duró varias horas.

Aguayo no veía claro que pudiese ser evacuado y escribió con su propia sangre en la pared de aquella habitación “I love GC, Dori”, como despedida de su mujer y del cuerpo. Pero aquel no fue su final. A duras penas se descolgó de la ventana amarrando sábanas y cortinas y se tiró a la acera, antes de ser evacuado al hospital de San Sebastián.

“Yo no conocía esos relatos y son muy impactantes”, admite Juan José Mateos, autor de los dos tomos de “Los verdugos voluntarios”, que desde bien pequeño tuvo una clara vocación por la Guardia Civil. “Mi padre vivía al lado del cuartel de Ciudad Rodrigo y tenía buenos amigos que iban al negocio todos los días. Es algo que vives de cerca y vas mamando”, admite el agente ya retirado y que arrastra las secuelas del atentado de ETA que sufrió en el aeropuerto de Reus a los veinte días de entrar en el servicio.

“Es algo que te marca”, confiesa Mateos, que por aquel entonces ocultó sus secuelas para acceder al GAR, la unidad de élite creada por la Guardia Civil para luchar contra ETA sin horarios y sin calendario. Para el agente mirobrigense fueron “los mejores años” de su vida. “El GAR tiene una selección dura y estricta y sabíamos donde íbamos, lo que queríamos era enfrentarnos a ETA”, asevera.



Con base en Logroño, los agentes del GAR divididos en tres secciones pasaban ciclos de 22 días en el País Vasco, en la calle o en retenes, trabajando para los servicios de información, peinando palmo a palmo las provincias vascas y navarra para intentar obstaculizar o detener a los terroristas.

“Siempre me gusta matizar que los verdaderos héroes eran los compañeros que vivían en el País Vasco, los que tenían que llevar allí a sus hijos al colegio o hacer la compra, que estaban señaladísimos y vigilados. Eran los que sufrían la exclusión social y vivían en los cuarteles convertidos en ‘guettos’”, recalca Mateos, que tras pasar por la Policía Judicial en el cuartel de Intxaurrondo, ahora reside en Irún, muy vinculado a los veteranos del GAR. “El nacionalismo vasco tiene armas muy potentes ahora y el verde lo ven de lejos. Pero soy feliz aquí, aunque mantengo esas costumbres ya interiorizadas como salir de casa por cinco sitios diferentes”, explica.

El exagente del GAR aborda en su libro esa parte del relato, con Lasa y Zabala, que “ha dañado la imagen de la Guardia Civil”. “Al final nos demonizan, parece que la Guardia Civil es la del tricornio y el bigote que va dando guantazos, pero hay que diferenciar entre la etapa de la dictadura, la Transición y la joven democracia. No digo que todo se hiciese bien y las torturas no se justifican, pero los etarras nos denunciaban sistemáticamente cada vez que había una detención”, subraya.

Mateos, como buen mirobrigense es aficionado a los toros y se confiesa “adicto a la adrenalina”. Por eso, en las detenciones que ha vivido de miembros de la banda terrorista reconoce que “ha sentido miedo”, aunque lo importante era “sobreponerse a él”.

“Cuando íbamos a una operación, en el GAR en realidad no sabíamos a quién se iba a detener, ni los asesinatos o secuestros que esos terroristas tenían a sus espaldas. Ibas a derribar la puerta de un caserío o un piso pero no sabías más. Los que sabían de verdad todo eran los del servicio de Información que evaluaban y valoraban”, explica.

El exagente del GAR no olvida los momentos de impotencia: “Todas las mañanas leía el teletexto y te encontrabas con noticias de atentados a escasos metros de donde habías estado. Muchas veces éramos los primeros en llegar al lugar y era muy traumático ver las consecuencias”. Igual que reconoce que hasta finales de los 90 y principios del 2000 que los gobiernos no dotaron de tecnología a la Guardia Civil, ETA estaba por muy por encima. “Después ETA fue aplastada policialmente y no tuvieron otra opción que abandonar”, recuerda Mateos, que a través de sus obras lucha contra el olvido de las víctimas de ETA y de aquellos héroes uniformados que lucharon sin tregua para derrotar a la banda.

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